Foto - Proveniente de Argentina - Época: Primera oleada migratoria

Año Aproximado: 1,920

Proviene de: Aiello del Friuli - Argentina

Relación parental: Tatarabuelo

Otros apellidos relacionados: Vecchietti

Anécdotas / detalles / etc: Carlos Vecchietti, pionero italiano en Chaco, fundador de la Cooperativa Agrícola de Machagai, hombre muy respetado por su dedicación al trabajo y su altruismo, la calle Nro 1 de Machagai lleva su nombre

Nacido en Aiello del Friuli el 28 de agosto de 1867, su apellido original era Vecchiet, hijo de Antonio y Rosa Mazzucchin, emigra junto a sus padres a la Argentina llamado por los beneficios de la Ley de Inmigración (Ley Avellaneda), instalándose en El Timbó (Santa Fe) donde más tarde se casa con su María Lorenzon, hija de inmigrantes friulanos. El matrimonio Vecchietti-Lorenzon se radica en Colonia Uriburu, cerca de Machagai, dedicándose a la siembra del algodón. En 1917 junto a otros pobladores bregó por la creación de la Escuela Nacional Primaria nro 63 de Machagai.

Su activismo en la comunidad lo lleva a representar a Machagai (junto a José M. Otero) en el “segundo Congreso de Agricultores” en abril de 1919 propiciando la expansión del Cooperativismo Algodonero.

El 25 de agosto de 1925 junto a otros colonos funda la Cooperativa Agrícola de Machagai, institución que agrupó a los primeros colonizadores agrarios, desempeñando un rol importante en beneficio del crecimiento de la región. Don Carlos Vecchietti siempre infundió respeto y confianza, sea por su dedicación al trabajo, por su fe cristiana y por su amor al prójimo. Él y su esposa Rosa Mazzucchin, fueron padrinos en el acto de colocación de la piedra fundamental de la Iglesia Nuestra Señora de Itatí de Machagai. En 1838, Carlos Vecchietti integró el Consejo Municipal aportando interesantes iniciativas que se llevaron a cabo a favor del progreso de la localidad.

Carlos y Rosa tuvieron 13 hijos. Carlos Vecchietti falleció en Machagai el 25 de agosto de 1846.

RECUERDO DE UNA DE SUS DESCENDIENTES:

HISTORIA de VIDA de LA NONNA MARIA Y el NONNO CARLOS

Esta es la historia de una familia en viaje hacia atrás y hacia adentro de los recuerdos, la de la nonna Maria Lorenzon y el nonno Carlo Vecchietti, la historia donde se apretaron fuertemente el respeto, el trabajo, la sencillez, la pobreza material, equiparada por una enorme riqueza espiritual y sobre todo por el amor fraternal, amor conyugal, y amor al prójimo.

Sucedió entonces en la bien amada Italia, en el Friuli, en un pueblo pequeñísimo : Aiello del Friuli, donde nació el Nonno Carlo y en la aldea de Romang donde nació la nonna María.

Entre ellos y América se interponía el mar, y lo surcaron en barco favorecidos por la ley de inmigración argentina.

Los niños llegaron luego para cristalizar sueños cargados de esperanzas y se anclaron en Santa Fe, en la colonia El Timbo, donde Carlo y María ya mozos unieron sus esperanzas en un nuevo compromiso con la vida y comenzaron su siembra de amor y paz.

Sucedió entonces ya hace muchos años, sucedió aquí en el Chaco torrido, otrora tierras y montes vírgenes sólo custodiados por los aborígenes. Sucedió entonces y sucedió aquí en la colonia Uriburu de Machagai, en donde los inmigrantes pioneros se midieron con la tierra en reto silencioso, vencieron ellos y la tierra fue domada.

No fue fácil la empresa iniciada por estos primeros colonos de Machagai. Ellos lo sabían, pero igual vinieron dispuestos a pelear con el trabajo y sacrificio: sus únicas armas.

A esa lucha por arar la tierra, combatir las plagas, soportar veranos calientes, viento norte abrasador, persistentes temporadas de lluvias y otras de largas sequías, se sumaron sus esperanzas gringas, valientes, tesoneras, pelos rubios y ojos claros, plantaron los horcones y levantaron sus ranchos espaciosos que fueron bendecidos por 13 hijos robustos: Saturnino, Herminio, Alejandro, Celestino, Luis, Quirino y Arminda .

En ese ámbito tan difícil en el que nunca faltó el el respeto, la humildad y sobre todo la cristiandad, frecuentemente el Nonno los reunía a todos los muchachos grandotes y las grandes mujeres para rezar el Rosario hincados de rodillas, con verdadera devoción y profunda fe cristiana se desgranaban las cuentas, al tiempo que se agradecía los favores, las bendiciones que la vida les prodigaba en la Capilla de Machagai

Los domingos cuando se oficiaba misa su asistencia era perfecta, venían en sulky acompañados por un nieto , un hijo o un vecino

La disputa entre la tierra virgen y el tesón del inmigrante dio sus frutos, con la blanca piel curtida nuestros abuelos gringos, que más de una vez añoraron su lejana Italia, soportaron las mangas de langosta que arrasaban los sembrados, los mosquitos, las alimañas del campo, y así vencieron al monte, abrieron picadas, alambraron los campos, cavaron los pozos para sacar el agua fresca que calmara su sed, la tierra que generosamente brindó a José, Cecilia, Adolfo, Antonio, Rosa, Sabrína. al máximo ofreciendo buenas cosechas, blanquearon los algodonales , algunos animales poblaron los corrales, tiempos mejores arrojaron sobre ellos un cierto bienestar y prosperidad. Se construyó la hermosa casa con piezas enormes de paredes gruesas, una galería larga, los aljibes, los pisos de mosaico custodiados por dos inmensos parrales que proveían de uvas con la que el Nonno hacía vino casero. Rodeada de

muchos frutales.

Aparte las represas donde abrevaban los animales y era lugar de recreo para grandes y chicos en siestas estivales.

Felices en su simplicidad, llenos de vida y esperanza, el sulky fue reemplazado por un Ford A, era el premio a tantos sudores, a tanto cansancio, a tanto desvelo.

Iban al pueblo a tomar chop cruzando los polvorientos caminos vecinales en el bar de un compatriota Leonello De Vecchi.

Transcurrieron los años, atesoraron un historial rico en anécdotas alegres, alguna que otra muy triste (Herminio no regresó del servicio militar cumplido en Salta, murió allá) pero todo configura un muestrario de lo que se puede hacer cuando sobra la voluntad y abunda el entusiasmo.

Cada uno de sus hijos formó su hogar, tuvo su familia, constituyó su mundo. Algunos de ellos concurrieron a la escuela, otros se instruyeron en el servicio militar pero todos, sin excepción, sabían leer y escribir y con la experiencia que adquirieron manejaron sus intereses, sus chacras, sus lecherías, sus medios de sustento, sus armas de trabajo. Alguien ofició de maestro de escuela también maestro de vida: el Nonno Carlo.

Inculcó a los suyos, además de instrucción primaria, bondad, respeto, cariño, responsabilidad, trabajo, sacrificio, caridad, amor a Dios y a sus semejantes.

Al amparo y anhelo de una comunidad de colonos, Marcon, Mucchutti, Audicio, Dellamea, Lovey, entre otros y el nono Carlo, un 25 de agosto de 1925 fundaron la Cooperativa Agricola de Machagai, noble institución que agruparía a los primeros colonizadores agrarios y que desempeñarian un rol importantísimo en beneficio del crecimiento de la región. Y les otorgaría a ellos, la oportunidad de cristalizar sus inquietudes.

Posibilitó la conducción de sus destinos a varios de sus hijos: Luis, Saturnino, Alejandro, Antonio, José, Celestino, que los contó entre sus socios agricultores, en especial a Saturnino que lo tuvo como Presidente del Consejo de Administración y logró consolidar con el productor agrario un vinculo más allá de lo comercial, estrechó entre los jóvenes hijos de colonos un lazo de diversión y amistad. Así nació, por su iniciativa, el Centro Juvenil Cooperativista, lugar de esparcimiento para la juventud.

Fue un visionario natural, se prodigó en su favor y elevó su accionar administrativo y técnico.

Uno de los galpones de las otrora modernas instalaciones de la desmotadora de algodón,ostenta su nombre, a la vera del acceso a Machagai.

Como pioneros del campo y católicos practicantes, en su proyección hacia la comunidad, el Nonno y la Nonna fueron padrinos de al piedra fundamental de la Iglesia Nuestra Señora de Itati en Machagai.

Por otra parte la Comisión de Fomento de la Municipalidad lo contó entre sus Concejales. Era el justo premio a su bondad, a su inteligencia, a su dulzura, a su entendimiento. Leía mucho, se interiorizaba de lo que ocurría en el mundo, tan sólo de vez en cuando recibía la revista Caras y Caretas. Frugal en su alimento, comia la panada que él mismo preparaba: una mezcla de pan, aceite, agua y ajo que acompañaba con un vaso de vino, enfriado en el pozo. Esa era su cena. Estaba vinculado, de lo cual no hacía alarde, a la iglesia, a la municipalidad, a la cooperativa, a todo lo que tenía que ver con la gauchada criolla, el, que era extranjero, asistía a un vecino, ayudaba a los pobres, daba su mano al necesitado. Trataba con amabilidad a los peones.

Fue un pionero promotor de la comunidad machagaiense con baluarte sencillo, íntegro, un hombre simple pero con rasgos tan ponderables que consolidarían su prestigio de hombre de bien.

En homenaje a su memoria la Calle N° 1 de Machagai lleva su nombre: Carlo Vecchietti.

• Tuvo la satisfacción enorme de tener muchas manos amigas, de vecinos, de parientes, de paisanos, de familiares que estrecharon las suyas extendidas con cariño en una entrega generosa: verdadero temple de inmigrante.

Fueron un hombre y una mujer que han vivido intensa y sencillamente cada dia, cada mes, cada año, en amasar el pan, en cosechar maiz, en cocinar la sopa, en aspirar el rapé, en fumar un cigarro, en beber cerveza, en alumbrarse con el farol, en descansar bajo el mosquitero, con los catres a la luz de la luna, tomando la frescura de la noche.

Tuvieron fracasos y triunfos. Supieron luchar en soledad y sufrimiento. Han visto, han conocido, escuchado tantas cosas, tanta gente, tantos hechos. Trabajaron tanto tiempo. En su simpleza, en su manera de ser, han querido en el lugar , han luchado, han soñado, han creído en algo, han tenido esperanza, aceptaban la vida, tal cual era y aunque nunca pudieron volver a su Italia bienamada para dar las gracias, la dieron aquí, en la querida América, dejaron aquí sus sueños, dejaron aquí sus esperanzas, dejaron aquí sus vidas.

Agradecemos la donación de Carlos Herrero