Foto - Proveniente de Sicilia - Época: Otro

Año Aproximado: 1,920

Proviene de: Gangi - Sicilia

Relación parental: Padre

Otros apellidos relacionados: Gallina

Anécdotas / detalles / etc: FAMILIA BALLISTRERI-GALLINA
Giuseppe Ballistreri y Catalda Gallina se casaron en Gangi, provincia de Palermo, Sicilia, el 8 de octubre de 1904. Tuvieron seis hijos. Cataldo mi padre, Antonino, Rosaria, Giuseppe, Rosa y Santo.
Emigraron a la Argentina en el año 1923. La mafia los perseguía. Vendieron su casa, campo, animales, y partieron rumbo a Génova, y desde allí a nuestro país. En la fecha prevista no pudieron embarcar porque a mi nono le diagnosticaron una hernia, por lo tanto debió estar internado 40 días en un hospital de Génova. Mi nona se alojó en un hotel con sus hijos. El dinero que traían para comenzar una nueva vida en Argentina se gastó en esa circunstancia. Rosario era el lugar elegido para radicarse. Cuando al fin pudieron embarcar, ya no tenían dinero, por lo tanto cuando arribaron a Buenos Aires, viajaron a la ciudad de Córdoba, porque mi nona tenía dos tíos sacerdotes en la Iglesia Catedral de dicha ciudad. Ellos los recibieron. El nono y sus dos hijos mayores, adolescentes aún, empezaron a trabajar en el molino Minetti. Pero Giuseppe, quería venir a radicarse en Rosario porque aquí estaban muchos paisanos gangitanos.
Primeramente se alojaron en barrio Refinerías, pero ni bien pudo compró un terreno en barrio Echesortu. Había logrado estar en una zona habitada por muchos paisanos gangitanos, pero también coterráneos de toda la Sicilia. El lugar alejado del centro de la ciudad, con calles de tierra, de edificación precaria, con un hospital preparado para enfermos de tuberculosis o lepra, Lazareto, le decían. Pero lo importante eran sus paisanos y las dos iglesias, que ya estaban en el barrio San Francisco Solano y San Miguel Arcángel.
La casa era de madera y chapas, Castellanos 1431. Cada vez que llovía quedaba rodeada de agua, por eso los llamaban, “Los gringos de la laguna”. Página 79, de mi libro, “Suspiros gangitanos”. En Rosario la mafia siguió persiguiendo a mi nono, pidiéndole cada día parte de su jornal de trabajo. Entonces decidió dejar de trabajar. Sus cuatro hijos varones trabajaron desde muy jóvenes, al igual que su hija Rosa. Ellos mantuvieron a sus padres, no querían que les faltase nada, sobre todo a la madre. Mi nona murió con apenas cincuenta y pico de años, enferma, imposibilitada de caminar, nunca logró superar la nostalgia y la tristeza por todo lo que había dejado en Gangi.
El nono vivió hasta casi los 90 años, pudo disfrutar la gran familia que se formo ya que cada hijo formó la propia. Nietos, bisnietos, así hasta su último cumpleaños, en el año 1966. Su mirada profunda como el mar, siempre ausente, como imaginando otros lugares, otros cielos. A pesar del dolor, lograron que los descendientes amáramos la tierra que los vio nacer.
Lamento que a la mayoría de los nietos no nos enseñaron el dialecto que ellos hablaban. Recordamos con mi prima Betty a dos primos que lo hablaban con su madre, pero ya fallecieron.
Algunas comidas, berenjenas en escabeche, los ajíes picantes que mi padre cultivaba y después comía entre rodajas de pan a las que le ponía aceite de oliva, las aceitunas preparadas, que tenían un sabor exquisito, la higuera infaltable en la casa de los inmigrantes sicilianos, las cannoli, el pasticchio que hacia mi tìa Rosa, era como una tarta rellena con ricota, picadillo de carne, huevo, y arriba de esa mezcla ponía rodajas de salame. La cocinaba al horno.
Recuerdos que el tiempo se llevó, el vellòn de lana de la oveja que era la compañera de los chicos cuando vivían en Gangi y vino en el equipaje.
Los que aún permanecen el cuadro del Espíritu Santo que trajeron de Gangi y una de las 6 sillas vienesas que la nona compró, cuando llegaron a Rosario.
Delia J. Ballistreri 1-11-24

Agradecemos la donación de Delia Ballisteri